Es raro en España el día que no escuchamos una noticia sobre un tema relacionado con corrupción. Es más, diría que es raro el día que no conocemos una noticia sobre un tema ‘nuevo’ de corrupción. Esa maldita palabra nos persigue, nos cansa, nos enerva y, muchas veces, nos tienta; sí, sí, nos tienta, pues hasta los lugares más insospechados puede llegar a plantar su semilla ese bichito de ansias de poder, de querer más, de ambición (en el sentido más peyorativo de la palabra).
Hace un par de meses teníamos conocimiento de que la Fiscalía Anticorrupción iba a iniciar una serie de interrogatorios a varios jugadores del Zaragoza y el Levante, y a miembros de sus directivas y entrenadores, por el supuesto amaño de último partido de la liga 2010-2011. La cosa va como sigue: el Levante se dejaba ganar (y perdió) a cambio de cientos de miles de euros. De vergüenza.
Y no es que me asusten o me den más asco los casos de corrupción ligados al fútbol que los que vemos día a día con nuestra casta política (para describir esos harían falta más de un par de artículos), es sencillamente que los que usan un club o a unos jugadores para lucrarse de alguna manera está desluciendo a un deporte en su totalidad, pues el fútbol no deja ser eso, un simple pasatiempo con el que obviamente se puede hacer mucho ‘cash’, pero el dinero mal habido nunca es buen amigo.
Tampoco, tristemente, es que el caso anteriormente comentado sea el único. Pero por no hacer más larga esta reflexión, me pararé en uno que está centrando toda la información actualmente. Se trata del caso de Osasuna.
El club rojillo descendió a Segunda la temporada pasada. Después de un curso con altibajos, llegó el final de curso y Osasuna era firme candidato a la categoría de Plata. A pesar de que los últimos compases de una Liga siempre da motivos para creer en los milagros, en esta ocasión no se produjeron sorpresas y los de El Sadar acompañaron a Valladolid y Betis en el descenso.
Pero parece que mientras pasaba todo lo que acabo de recordar, unos individuos de la Junta directiva de Osasuna intentaron comprar los últimos partidos de esa temporada para evitar que el club rojillo cayera en Segunda, por lo que parece sin demasiado buen resultado. De hecho, la Fiscalía Anticorrupción ha empezado a investigar a Miguel Archanco, expresidente de Osasuna (que estuvo en el cargo hasta que se consumó el descenso, dejando luego la entidad en manos de una gestora) con respecto a este asunto.
En principio, las noticias hablan de 1,5 millones destinados a tales fines. Sin embargo, la investigación del Consejo Superior de Deportes y la LFP dan como resultado la ‘desaparición’ de 2,4 millones de euros de las cuentas de la entidad, hecho que ya ha sido denunciado por el nuevo Presidente, Luis Sabalza.
A Sabalza, que llegó a la presidencia en diciembre, desde luego le ha tocado bailar con la más fea. No es tan fácil hacer frente a que hayan desaparecido cerca de 2,5 millones de euros de tus cuentas. Perdonen la obviedad, pero el dinero no tiene patas y no se ha podido salir solito por una ventana. Alguien lo ha utilizado para unos fines que no eran los debidos y, evidentemente, no ha informado de ello, lo que ahora conlleva que la sombra de la lacra de la corrupción se haya postrado en las inmediaciones de Osasuna, cuando muchos de los que trabajan y lo hacían con anterioridad allí no tienen nada que ver con el asunto, y por supuesto, mucho menos su afición.
Como bien digo, ese dinero no se gastó él solito. La investigación realizada ha presentado que se produjeron pagos a agentes inmobiliarios, a sociedades, o a “personas de fuera de Navarra”, según las palabras de Sabalza, entre otros, Pero ahí no queda la cosa, hay una partida de 600.000 euros, que salieron del club y de los que nunca más se supo, pues tal hecho no fue registrado en los libros de contabilidad. La hipótesis es que esa tajada estuviera destinada a pagar ‘acuerdos’ (léase posibles resultados en partidos) que luego no fueron ‘correspondidos’ (léase el resultado no fue el esperado).
Uno de esos partidos que se investigan, por ejemplo, es el Espanyol-Osasuna, disputado en la penúltima jornada de liga del curso pasado. El mismo terminó con empate, lo que significó que el equipo navarro tenía opciones de salvación, una salvación que alcanzó el club periquito con ese resultado. Sin querer poner a nadie en entredicho, es mucha casualidad.
Y para rizar un poco más este rompecabezas, Ángel Vizcay, exgerente de Osasuna, reconoció ante la LFP que la directiva del club había ofrecido a dos jugadores del Betis la cantidad de 250.000 euros al final de la temporada pasada con dos condiciones: la primera, que ganaran al Valladolid (hecho que se cumplió), la segunda, que perdieran (o se dejaran ganar, como más les guste), ante Osasuna, hecho que también se cumplió. Imaginamos pues que ese dinero llegaría a los bolsillos de alguien. Sin embargo, el club navarro necesitaba un resultado abultado y sólo cosechó un 2-1 contra los verdiblancos, por lo que no finalmente, ni con el dinero, pudo librarse del descenso.
Resalto este hecho porque es verdad que Osasuna está pasando por una mala racha. Actualmente ocupa el decimosexto puesto en la clasificación con 30 puntos, sólo tres por arriba de la marca del descenso a Segunda B. ¿Sería una catástrofe que el equipo descendiera al tercer escalafón? Desde luego sería un varapalo, pues es sin duda el equipo más importante de Navarra, con 36 temporadas en Primera a sus espaldas. Pero ningún mérito tendrá para sus aficionados salvarse si luego se descubre que ha sido con malas mañas. Además, Osasuna tiene una deuda con Hacienda que asciende a los 53 millones de euros (que ha rebajado hasta los 10 millones tras ofrecer el Estadio del Sadar y las Instalaciones de Tajonar como dación en pago).
En este punto, para mí la conclusión es sencilla. ¿Qué es mejor: que un club finiquite su deuda con Hacienda y, con sus cuentas saneadas pueda aspirar a fichar a mejores jugadores y con ello volver a Primera, o que el dinero deba ser utilizado para, a espaldas de unos y con la cooperación de otros, los unos se enriquezcan y los otros sigan explotando un nombre y el sentimiento de una afición para su propio beneficio? La segunda opción, sin duda, es la que lleva la marca de querer lucrarse a costa del deporte.